martes, 27 de mayo de 2014

Meditación de agua de sal...

Velas encendidas y piedras que conectan a los asistentes a la Tierra.
Desde hace unos meses, Nathalie Marulanda, la doctora experta en Medicina Integrativa del Grupo Akro, me invita puntualmente a las meditaciones que organizan mensualmente en Akro Toledo.
Compromisos, los kilómetros y planes de fin de semana me habían impedido hasta hoy compartir con ellos estos momentos tan especiales, pero la insistencia de Nathalie estos últimos días me había pensar que no me invitaba gratuitamente, sino que sabía a ciencia cierta que esos momentos de búsqueda de paz interior y equilibrio, me iban a venir especialmente bien. Su consulta, su voz y la filosofía de vida que defiende siempre me serenan, así que por qué no aceptar la invitación y probar a hacer algo nuevo, con la mente y el corazón abiertos a la expericiencia.
Cuencos tibetanos para guiar la meditación
Aprovechando la Meditación de la Luna Llena de Géminis, me he animado y he recorrido ilusionada la distancia que separa Madrid de Toledo para compartir con unos veinte desconocidos ese ritual que repiten una o dos veces al mes, tanto en Akro Toledo como en las orillas del río, con el fin de unirse en un bonito círculo de luz desde el que proyectan al mundo la mejor versión de sí mismos.
Al llegar, una sala diáfana, blanca y luminosa albergaba ya los elementos que nos iban a acompañar en ese viaje hacia el interior de cada uno. Esterillas, velas encendidas, cuencos tibetanos, unos palos de agua, mandalas de madera, dos docenas de caracolas y algún que otro presente decoraban la sala.
Sin más dilación, y cuando todos estábamos ya sentados en círculo, la meditación ha comenzado con la suave voz de una guía que nos ha invitado a cerrar los ojos y hacernos conscientes lentamente de nuestro cuerpo, nuestra respiración, nuestra postura y nuestros latidos...
Palos de Agua
Una vez que nos habíamos acercado a la parte más física, nos ha invitado a imaginar el espacio donde iba a tener lugar el resto de la meditación... un altiplano en altura, lleno de preciosa vegetación, con un lago inmenso, piedras enormes que aún conservaban el calor del sol y un cielo que se iba oscureciendo en nuestras mentes para mostrarnos una resplandeciente luna llena y millones de estrellas... Entre todos esos puntos de luz hemos buscado la constelación de Gémenis, dos líneas paralelas de estrellas que se devuelven mutuamente el reflejo, y nos ha servido para avanzar en el ritual intentando observar desde fuera aquello que somos y aquello que reflejamos... lo que vemos nosotros y lo que ven los demás. Llegaba el momento de empezar a bucear en el interior y llegaba también la primera ola de agua salada en forma de lágrimas involuntarias... Estaba llorando con los ojos cerrados y sentía pequeñas gotas resbalar por mis mejillas...
Colección de caracolas de uno de los participantes
Sumidos en esa dualidad de lo que somos y lo que reflejamos, nos hemos disfrazado con la imaginación, nos hemos mirado en ese lago que dibujaba la mente y poco a poco nos hemos despojado de caretas y pelucas para concentrarnos en nuestros ojos y lo que reflejaban de nuestro interior...
Una vez conectados con la esencia más pura de lo que somos, y que sólo cada uno conoce, ha comenzado otra parte de la meditación igual o más emocionante que la anterior... tomaba el relevo la voz aterciopelada de Nathalie para armonizar nuestro cuerpo físico, emocional y mental desde la visualización de una flor de loto con nueve pétalos que los abría de tres en tres mostrando lo más bonito de cada uno...
Emociones a flor de piel que fluyen armonizando el cuerpo con un color verde esmeralda, las emociones en rosa, y luz blanca y pura para nuestra mente, nuestras ideas, creaciones, pensamientos...
A pesar de ser la primera vez que participaba en una meditación colectiva, y mis dudas inciales, me ha resultado sencillo seguir las instrucciones y sumergirme en ese mundo de paz en el que intentas sanar desde el amor y el corazón todo aquello que te preocupa o pertuba tu día a día.
A medida que pasaba el tiempo pensaba lo necesario que es, con esta vida de prisas, de estrés, de móvil y de compromisos, parar unos minutos para estar a solas con uno mismo.
El recorrido por cuerpo, mente y emoción de Nathalie, acompañado por los bellísimos sonidos de los cuencos tibetanos, nos traían poco a poco de vuelta al presente... al cuerpo y al lugar en el que estábamos. Desperezándonos despacio, abriendo los ojos lentamente, una canción de las que encogen el corazón servía para poner punto y final a la meditación, invitándonos a disfrutar de su preciosa letra...
Esa canción ha convertido el final de mi meditación en un torrente de agua de sal, pero como me dijo hace poco alguien a quien quiero mucho, "uno tiene derecho a permitirse llorar, porque esas lágrimas son las caricias que nos están pidiendo a gritos nuestras mejillas...". Como homenaje a ese pensamiento, me he permitido las caricias y las lágrimas.
Esa canción es desde hace tanto tan especial para mí que os invito a que la escuchéis... ha sido emocionante reencontrarme con ella hoy...

MI BENDICIÓN


Agradecida por la experiencia, los abrazos llenos de calor que me han regalado los asistentes y las palabras amorosas de Nathalie, he vuelto a Madrid un poco sobrecogida pero contenta y quiero pensar que en paz.
Os invito a que, al menos una vez en la vida, experimentéis la energía tan bonita que se congrega en ese círculo de personas dispuestas a lanzarle al mundo un mensaje de paz y amor incondicional.
En los tiempos que corren, de desesperanza, desarraigo y pesimismo, no viene mal abrir la mente a una forma muy diferente y positiva de entender el mundo.






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